martes, 14 de octubre de 2008

La Experiencia Estética y su poder Formativo

La experiencia estética y su poder formativo.

López Quintás, Alfonso.
Universidad de Deusto. Bilbao, 2004. 418 páginas.

Fiel a su línea de subrayar lo esencial, el autor bien curtido en cuestiones estéticas por su cultivo del arte musical y su larga docencia universitaria en la cátedra de Estética nos dá en ésta amplia obra una clave para entender de forma precisa la experiencia estética, vivirla con entusiasmo y tomarla como una fuente de formación humana valiosísima.
Esa clave es el concepto de ámbito, contrapuesto al de objeto, que nos permite ver por dentro lo que es tal experiencia.
Una obra literaria, artística, musical no trata con meros objetos sino con ámbitos.

Un objeto no se puede asumir activamente por tanto, creativamente, como se puede asumir un poema, una obra musical, una novela, un cuadro artístico... Al asumir activamente las posibilidades que ofrecen estas obras, se establece con ellas una forma de unión entrañable, que se traduce en un hondo conocimiento y una vibración intensa ante su valor.
Esta vibración suscita un sentimiento de altos quilates y eleva a un nivel de realización personal muy alto, es decir, a un plano de excelencia.
Esta transfiguración es la meta de todo proceso formativo integral.

Esta nueva obra de López Quintás no se reduce, pues, a transmitir conocimientos estéticos, suscitar experiencias gratificantes, analizar experiencias estéticas muy sugestivas.
Quiere, a través de todo ello, ayudar al lector a experimentar por sí mismo la transformación interna que opera la experiencia estética en quien la vive como un acontecimiento creador.
El mundo de la estética queda, con ello, realzado, elevado años luz por encima de toda mera diversión, refinamiento del gusto, adentramiento en mundos culturales de sorprendente creatividad.

Además de todo ello, la experiencia estética hace sumergir en el enigmático mundo de la belleza, que es tan difícil de precisar como sugestivo y transfigurador.
El incremento actual del gusto por el arte es digno si no se reduce a mero afán consumista de acumular sensaciones placenteras, antes procura convertir la experiencia estética en un factor formativo de primer orden.
El agrado es un valor, ciertamente, pero lo es no sólo por ser gratificante, sino sobre todo por ser un detector de valores más altos.

Si se autonomiza el agrado que produce una obra, una se queda a medio camino en la contemplación de la misma, pues no se entra en relación de presencia con ella, es decir, de encuentro auténtico.
El arte forma si, al contemplarlo, se pone en vibración el ser entero y se integra los ocho modos de realidad que constituyen su estructura.
Sólo entonces adquiere la experiencia estética un verdadero carácter creativo.

Al elevarse al nivel de la creatividad, se consigue una sorprendente madurez espiritual, porque se aprende a ver como contrastes buen número de contradicciones.
Por ejemplo, ya no se considera la relación entre libertad y normas como un dilema, sino como un contraste, y este giro mental (pequeño en apariencia) se abre inmensos horizontes de realización personal, que de otra forma quedan obturados.
Sólo por esta aportación merecería esta obra sumo aprecio.

Pero hay todavía más sorpresas.
Al asumir, en la experiencia artística, las posibilidades creativas que ofrece una realidad estéticamente valiosa, se advierte que se va buscando algo en virtud de la energía que irradia lo mismo que se busca.
No se trata de un círculo vicioso sino virtuoso, que se da también en toda experiencia ética, metafísica y religiosa.

En estas experiencias se vá, asimismo, en busca de algo valioso merced a la fuerza interior que nos otorgan las realidades hacia las que nos dirigimos.
Para lograr que niños y jóvenes comprendan por sí mismos la estructura interna de estas decisivas experiencias es muy útil sugerirles que realicen lúcidamente diversas experiencias estéticas, sobre todo la de interpretación musical en cualquiera de sus modalidades: canto monódico, canto polifónico, interpretación instrumental, audición penetrante de obras... Este ejercicio estético es sumamente fecundo en el aspecto pedagógico porque nos permite crear con las realidades contempladas y vividas modos de unión entrañables, que es la meta de toda auténtica vida cultural.
Esa actividad creativa nos abre los ojos para comprender por dentro que la actitud de solidaridad y colaboración no se opone a la de independencia y autonomía, sino que ambas actitudes se exigen mutuamente.

Al descubrir esto, niños y jóvenes dan un paso de gigante hacia la madurez personal pues incrementan su capacidad creativa, su lucidez para penetrar en la fecundidad de cada experiencia de la vida cotidiana, su sentido crítico para discernir lo que construye su personalidad y lo que la descentra y destruye.
Desde esta perspectiva, la experiencia estética presenta un alto rango como medio de formación y desarrollo personal, sin perder un ápice de su atractivo inmediato.


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Estética - La cuestión del Espacio


Las ciencias sociales suelen estudiar el espacio en función del hombre, este se funciona según teorías y practicas arquitectónicas, para ser funcional, su diseño debe surgir a partir de la función que se le da a la edificación.
Sin embargo vemos que todos los espacios son más una abstracción matemática que un sistema ortogonal que responda a usos específicos.
Podemos referirnos a Mies y decir que las necesidades surgen para satisfacer los espacios diseñados.
El diseño arquitectónico sería una forma de controlar el comportamiento humano y de mantener este control en el futuro.
Los espacios creados por arquitectos son en su mayoría caracterizados por un determinado comportamiento humano.
El arquitecto puede llegar a tomarse como un funcionario que debe considerar espacios dentro de los cuales va a “controlar” a las personas y su comportamiento; “es mas fácil controlar el comportamiento que el pensamiento”.
La función del arquitecto con sus diseños y propuestas es el de limitar las actuaciones humanas; por ejemplo dentro de un teatro el arquitecto logra por medio de sus creaciones y movimientos espaciales determinar un comportamiento preciso para el espectador, este debe permanecer callado y concentrado en lo que esta viendo, mientras las personas que se encuentran actuando en el escenario deben tener una actitud de “superioridad” que los caracterice.
Según las lecturas, el arquitecto no utiliza su capacidad de integrar todos los elementos necesarios a la hora de diseñar, ya que solo se enfoca en los parámetros físicos del espacio a construir y no se fija en el programa que se debe cumplir según el uso del lugar, como en el teatro la actuación de los actores, por ejemplo.
Las principales obras arquitectónicas eran aquellas que no tenían funciones internas para el hombre, esta era arquitectura pura que nada limitaba el comportamiento humano.
La consecuencia del modernismo fue acabar con la poca espontaneidad espacial que existía antiguamente.
Esta profesión esta estrechamente ligada a las ciencias sociales y a la política pública, esto nos muestra porque la arquitectura debe preocuparse por la participación ciudadana, gracias a ella se logran entender todos los cambios que sufren las ciudades y porque la modernidad es un fenómeno que las golpea.
Nietzche rechaza y critica claramente todo ese movimiento posmodernista en el cual se busca urbanizar las ciudades por medio de la construcción descontrolada de edificaciones.
Según él “las personas encuentran el placer en el vacío”, cada quien busca su apropiación espacial dependiendo de lo que necesita o anhela en ese momento, en este caso se volvería obsoleto el interior diseñado.
Los valores humanos son aquellos que logran identificar al hombre con su entorno, actualmente todo impulso tecnológico limita dicha situación; ahora con tantos flujos de información e intercambio de modas todos nos hemos encerrado en un mismo círculo que nos hace parecer una masa simplemente repartida en el espacio.
Así entonces se ha comenzado a perder nuestra propia identidad.
Los espacios no pueden solo ser habitados por formas vacías, llenas de impulsos y necesidades a satisfacer, el frenetismo de la población a puesto en marcha esta situación de vacuidad espacial; los seres humanos ya no nos estamos apropiando de nuestro entorno.
El espacio mas mundano pareciera lleno, sin embargo es el más vacío de todos debido a la continuidad de quienes lo frecuentan por eso “el principal programa actual para el diseño del espacio es la incertidumbre”.
Una incertidumbre que resulta necesaria para la comprensión del funcionamiento humano.
Es necesario que los arquitectos comienzen a aceptar la vacuidad de los espacios a la que se están enfrentando.
Ellos aunque siendo habitados no logran mostrar una imagen de apropiación urbana.
En algunas ciudades surgen las heterarquias dentro de las ciudades contemporáneas.
Estos espacios libres destinados al trabajo y al diario vivir de los hombres han sido preestablecidos como lugares abiertos en donde se encuentra una cultura paralela a otra muy conforme y previsible, sin embargo solo pueden existir si permanecen ocultas y siguen funcionando tecnológicamente.
La idea de estos espacios es convertir la vacuidad espacial en algo positivo “en el espacio libre lo que se pierde es la familiaridad social y arquitectónica…” no la apropiación personal con el entorno ni la adaptación, en este momento podríamos decir que dentro de las zonas libres se logra una cierta familiaridad con el vacío.

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"Éxodos. Estética y Teoría Literaria"

Alberto Fernández Hoya y Pau Sanmartín Ortí (eds), "Éxodos. Estética y Teoría Literaria", Madrid, Visión Libros, 2008, pag 196.



Incluyendo una dedicatoria al profesor José Antonio Mayoral, fallecido en 2007, un grupo de titulados en Teoría de la Literatura por la Universidad Complutense de Madrid, han decidido reunir en este libro un conjunto de trabajos directamente relacionados con sus investigaciones, como prolongación de los esfuerzos e intereses comunes que compartieron durante sus respectivos doctorados.
De esta forma surge Éxodos, una iniciativa independiente que parece un trabajo riguroso y muy recomendable, calificado por sus autores como «proyecto utópico» (2008: 9) dentro del actual panorama editorial.
Coordinado y editado por Alberto Fernández y Pau Sanmartín, se trata de un monográfico centrado en el especializado ámbito de la Teoría Literaria, aunque con una clara vocación de apertura que persigue la interconexión teórica entre ésta y otras disciplinas.

Está compuesto por siete ensayos que se estructuran en torno a tres líneas generales de investigación: La Poética Romántica, las Teorías Literarias Eslavas, y aspectos que, por su aparición más reciente, son encuadrados dentro de la ‘Post-modernidad’ literaria.
En primer lugar encontramos dos estudios que persiguen revitalizar las aportaciones hegelianas al universo artístico: “Espíritu y sentimiento en las Lecciones sobre la estética de Hegel.
Teoría de proximidad y distanciamiento”, y “Sublimidad y Discurso: Introducción a un modelo genético-procesual en la estética de Hegel”, de Sergio Casado y Alberto Fernández, respectivamente. Si el filósofo alemán planteaba la Estética como una Teoría general de las Artes que las interconecta, al tiempo que señala sus especificidades; los citados autores nos ofrecen aquí una revisión de sus postulados en torno a cuestiones bien definidas, buscando su aprovechamiento para el actual estudio de las creaciones poéticas.

Primero trazando un recorrido que profundiza en los conceptos de espíritu y sentimiento para comprobar su operatividad en la obra de arte, y después, indagando en el ‘automovimiento del concepto’, al trazar su evolución desde la idea al ideal estético, y ofreciéndonos propuestas de investigación ulterior.
Posteriormente, Pau Sanmartín utiliza las aportaciones de Víktor Shklovski entorno al concepto de ‘desautomatización’ perceptiva en “Esbozo para una teoría de los efectos literarios”, planteando los primeros pasos hacia una teoría basada en el estudio de las formas como estructuras dinámicas, y procedimientos conectados con su correspondiente efecto estético.

Su trabajo se centra en las producciones artísticas, concretándose en los efectos desautomatizadores de la literatura.

También, dentro del ámbito de las aportaciones literarias eslavas, tenemos el estudio firmado por Andrés Pérez: “La materialidad del actor.
Crisis de la representación y teatro experimental del siglo XX”.
En él se aborda la problemática actor /personaje utilizando la semiótica teatral propuesta por algunos miembros de la Escuela de Praga como J. Veltruský y P. Bogatyrev, «continuada en las dos últimas décadas por M. Quinn y E. Volek» (2008: 97).

Desde aquí, se transita por el pensamiento de Nietzsche, la tragedia griega y autores como Lorca, Valle-Inclán, o Beckett, entre otros; para desentrañar la crisis del teatro realista, ofreciendo las razones evolutivas de la teoría y la práctica teatral seguida desde la vanguardia hasta nuestros días.
El tercer ámbito investigador propuesto en el libro, es inaugurado por Isabel Urzáiz con “El lector atrapado” (2008: 115-131), para rastrear las conexiones entre ficción literaria y realidad.

Siguiendo diferentes aportes teóricos, desde Marie Laure Ryan a Jean Marie-Schaeffer, pasando por el norteamericano Seymour Chatman.
La autora utiliza las actuales teorías de la ficción virtual apoyadas en la narratología, para estudiar cómo funciona el proceso de inmersión ficcional receptiva.
Siguiendo con las aportaciones que la post-modernidad teórica ha posibilitado, Mauro Jiménez escoge el campo de los actuales ‘estudios culturales’, ofreciéndonos el trabajo: “Una crítica a los Cultural Studies desde Ortega”.

En él nos presenta las bases semióticas e ideológicas desde las cuales se arman los citados estudios, cuestionándolos a partir de las ideas filosóficas de Ortega y Gasset.

Y para finalizar, Marcos Eymar propone una original reflexión sobre la ausencia del ‘cierre’ en las obras literarias, y sus implicaciones en “La obra redonda: Un ensayo sobre la sorprendente resurrección de la Marquesa de Villeparisis”.
Tomando el inacabamiento como categoría ontológica, se estudia su uso en la práctica literaria para distinguir entre las grandes obras literarias y la literatura de best seller.
Sin duda se trata de un libro que bien podría estar avalado por el servicio de publicaciones de cualquier universidad española.

Una publicación que demuestra hasta qué punto nuestro sistema educativo, tantas veces puesto en cuestión, es capaz de ofrecer una sólida formación. Otra cosa muy distinta, será comprobar las posibilidades que ofrecen estructuras socioeducativas para rentabilizar esta inversión formativa, aprovechando aquellos productos que ha contribuido a crear. Precisamente el titulo de este volumen, hace referencia a esta paradoja con la cual se enfrentan estudiantes mejor preparados.

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